domingo, 3 de febrero de 2013

Escuché una vez a un viejo decir en un bar que el hombre, con el tiempo, se acostumbra a todo. Se acostumbra a vivir en Laponia a menos 40 grados o en Libia a más de 40. Se acostumbra a estar en silla de ruedas, a perder un brazo o a no tener padre. Decia ese viejo que era la estupida manera que tenemos de poder ser felices. Pero hay cosas a las que no te acostumbras ni con todo el tiempo del mundo. No te acostumbras al hueco vacío al otro lado de la cama. Nunca te acostumbrarás a no ver su sonrisa o a dejar de pedir dos copas en un bar o a comprar dos entradas a un concierto. A no notar su olor y sus besos, ni a que se te reviente el alma cada vez que te miras al espejo y te das cuenta de que eres el jilipollas más grande del mundo por haber dejado escapar al amor de tu vida

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