¿Crees que eres tú eres la única que lo está pasando mal? Mírame a mí, tengo 54652346445 razones para estar mal, llorando en mi casa sin salir, pero aquí estoy, aquí me tienes, todos los putos días con una sonrisa de oreja a oreja y demostrándole a toda esa gente que a mi no me tumba ni la vida, que es imposible derrotarme y verme mal; imposible. Que a pesar de las circunstancias y de todo lo que me venga por delante, yo consigo superarlo y no le pienso dar el placer a nadie de decir que consiguió hundirme. Ponte tu mejor vestido y colócate bien la corona, maquillaje y sal. Dale envidia a todas esas personas que te querían ver mal y haz que el que pudo tenerte se arrepienta de haberte rechazado. Queda mucha vida por delante, muchos momentos, muchas risas, muchos llantos, muchos amores y muchos desamores, muchas fiestas, muchos cumpleaños y muchas situaciones que vivir así que ni se te ocurra decir que tu vida no tiene sentido porque un gilipollas no te quiere, pues sabes perfectamente que no te merece y que tus lágrimas valen más que cualquier subnormal que quiera verte mal. Lucha, sigue adelante, y no le des la espalda a los problemas. Sé fuerte y piensa que cualquier problema tiene solución menos la muerte.
domingo, 14 de abril de 2013
¿Crees que eres tú eres la única que lo está pasando mal? Mírame a mí, tengo 54652346445 razones para estar mal, llorando en mi casa sin salir, pero aquí estoy, aquí me tienes, todos los putos días con una sonrisa de oreja a oreja y demostrándole a toda esa gente que a mi no me tumba ni la vida, que es imposible derrotarme y verme mal; imposible. Que a pesar de las circunstancias y de todo lo que me venga por delante, yo consigo superarlo y no le pienso dar el placer a nadie de decir que consiguió hundirme. Ponte tu mejor vestido y colócate bien la corona, maquillaje y sal. Dale envidia a todas esas personas que te querían ver mal y haz que el que pudo tenerte se arrepienta de haberte rechazado. Queda mucha vida por delante, muchos momentos, muchas risas, muchos llantos, muchos amores y muchos desamores, muchas fiestas, muchos cumpleaños y muchas situaciones que vivir así que ni se te ocurra decir que tu vida no tiene sentido porque un gilipollas no te quiere, pues sabes perfectamente que no te merece y que tus lágrimas valen más que cualquier subnormal que quiera verte mal. Lucha, sigue adelante, y no le des la espalda a los problemas. Sé fuerte y piensa que cualquier problema tiene solución menos la muerte.
It doesn't make sense to call ourselves ugly because we don't really see ourselves. We don't watch ourselves sleeping in bed, curled up and silent with chests rising and falling with our own rhythm. We don't see ourselves reading a book, eyes fluttering and glowing. You don't see yourself looking at someone with love and care inside your heart. There's no mirror in your way when you're laughing and smiling and happiness is leaking out of you. You would know exactly how bright and beautiful you are if you saw yourself in the moments when you're truly yourself.
Están siempre ahí. Jamás fallan. Vayas donde vayas, ahí que van,
dispuestos a darlo todo. Acuden al cine para toserte a la oreja, al
teatro para disputarte el reposabrazos y a ese concierto para taparte
justo el ángulo de visión donde está el cantante. Bloquean las
carreteras cada fin de semana, el transporte público todas las mañanas,
se llevan el último periódico y se suben al ascensor muy rápido para que
no te dé tiempo a cogerlo. Crían a sus hijos para ocupar el asiento que
está justo detrás de ti cada vez que tomas un vuelo intercontinental.
Roncan cuando necesitas dormir. Hablan cuando necesitas silencio. Y eso
sí, en cuanto buscas su compañía, desaparecen.
Si te fijas, siempre esperan a que salgas a la calle para caminar dos metros por delante, fumando pipa. Y si te gusta la pipa, fuman puro. Y si también te gusta el olor del puro, pues fuman otra cosa. Hasta que encuentran el humo que te haga entrar náuseas. Y si no hay humo que lo consiga, entonces pasarán al plan B y probarán dándole rienda suelta a su halitosis o a su olor corporal. Y así todo el rato. Por cierto, eso que ves ahí no es que hagan cola, es que están dibujando una flecha humana que señala tu siguiente destino, el lugar donde estás a punto de perder los próximos minutos de tu vida. Ellos son así.
No se saben tu nombre, ni falta que les hace. No te confundas, no es ni siquiera ignorancia, es desinterés. Saben de sobras por dónde te mueves, y con eso les basta para hacer bien su trabajo. Si les preguntas, te dirán que no, que su función no tiene nada que ver contigo. Que son médicos, astronautas, estudiantes, alpinistas, samuráis. Pero no te creas nada, es todo una tapadera. Su misión en la vida la tienen muy clara. Están programados para ello. Y no van a parar hasta conseguirlo.
Son los demás. Cargo que les fue asignado en cuanto nacieron siendo cualquier otro menos tú. Cargo que desempeñan sin conocimiento de causa y con el que van a tener que apechugar el resto de su vida.
Los demás, por definición ese incordio, coñazo y estorbo con el que encima no tenemos más remedio que convivir. Inventamos nuevas tecnologías no para progresar, o para llegar más lejos ni siquiera para comunicarnos mejor. Inventamos chismes y servicios para estar con los demás sin tener que aguantarlos. El home cinema es un cine sin los demás. El coche revolucionó el siglo pasado porque nos permitió llegar a los sitios sin los demás. Y ya no digamos la moto. Pero es que el e-mail es el mensaje con los demás bien lejos. Las redes sociales son una conversación, sí, pero sin tener que soportar ni el olor ni la presencia de los demás. Y qué es el móvil sino una puertecita inventada por Lewis Carroll por la que entran y salen los demás. Sólo aquéllos privilegiados que pueden comer tus galletitas, claro.
Y sin embargo, de tanto en tanto, un demás irrumpe en tu vida y sin saber muy bien cómo o por qué, deja de serlo. Ese día te giras y hasta puede que te preguntes cómo fue posible que vivieses pensando que esa persona era parte de los demás.
Sin embargo, de tanto en tanto, son los demás los que nos proveen de nuevos puntos de vista, ya sea a favor o en contra de lo que creemos ser. Son los demás los que jamás nos podrán decepcionar, porque antes deberían dejar de serlo. Y son los demás los que, algún día, seguramente nos sorprendan y nos hagan crecer. Gente que se convierta en personas. Y viceversa.
No sé en qué momento ocurrió, cuándo se nos fue la pinza y llegamos a creer que el verdadero lujo era un espacio cada vez más vacío. Pero cuanto más nos alejamos de los demás, más nos dimos cuenta de que ellos eran los únicos de los que podíamos aprender. Y ahora toca recuperarlos.
De un tiempo a esta parte, un grupo de demases nos está enseñando que sí se puede. Que Goliath tuvo siempre los pies de barro y que aquí el emperador jamás se vistió. Y encima, por el camino, nos recuerda palabras como el escrache, tan fea en su significante como bella en su significado. En el momento de escribir estas líneas, todavía nadie les ha dado públicamente las gracias. A demás.
Y es que, por injusto que parezca, en tu vida conocerás sólo dos tipos de personas: las que algún día echarás de menos. Y los demás
Si te fijas, siempre esperan a que salgas a la calle para caminar dos metros por delante, fumando pipa. Y si te gusta la pipa, fuman puro. Y si también te gusta el olor del puro, pues fuman otra cosa. Hasta que encuentran el humo que te haga entrar náuseas. Y si no hay humo que lo consiga, entonces pasarán al plan B y probarán dándole rienda suelta a su halitosis o a su olor corporal. Y así todo el rato. Por cierto, eso que ves ahí no es que hagan cola, es que están dibujando una flecha humana que señala tu siguiente destino, el lugar donde estás a punto de perder los próximos minutos de tu vida. Ellos son así.
No se saben tu nombre, ni falta que les hace. No te confundas, no es ni siquiera ignorancia, es desinterés. Saben de sobras por dónde te mueves, y con eso les basta para hacer bien su trabajo. Si les preguntas, te dirán que no, que su función no tiene nada que ver contigo. Que son médicos, astronautas, estudiantes, alpinistas, samuráis. Pero no te creas nada, es todo una tapadera. Su misión en la vida la tienen muy clara. Están programados para ello. Y no van a parar hasta conseguirlo.
Son los demás. Cargo que les fue asignado en cuanto nacieron siendo cualquier otro menos tú. Cargo que desempeñan sin conocimiento de causa y con el que van a tener que apechugar el resto de su vida.
Los demás, por definición ese incordio, coñazo y estorbo con el que encima no tenemos más remedio que convivir. Inventamos nuevas tecnologías no para progresar, o para llegar más lejos ni siquiera para comunicarnos mejor. Inventamos chismes y servicios para estar con los demás sin tener que aguantarlos. El home cinema es un cine sin los demás. El coche revolucionó el siglo pasado porque nos permitió llegar a los sitios sin los demás. Y ya no digamos la moto. Pero es que el e-mail es el mensaje con los demás bien lejos. Las redes sociales son una conversación, sí, pero sin tener que soportar ni el olor ni la presencia de los demás. Y qué es el móvil sino una puertecita inventada por Lewis Carroll por la que entran y salen los demás. Sólo aquéllos privilegiados que pueden comer tus galletitas, claro.
Y sin embargo, de tanto en tanto, un demás irrumpe en tu vida y sin saber muy bien cómo o por qué, deja de serlo. Ese día te giras y hasta puede que te preguntes cómo fue posible que vivieses pensando que esa persona era parte de los demás.
Sin embargo, de tanto en tanto, son los demás los que nos proveen de nuevos puntos de vista, ya sea a favor o en contra de lo que creemos ser. Son los demás los que jamás nos podrán decepcionar, porque antes deberían dejar de serlo. Y son los demás los que, algún día, seguramente nos sorprendan y nos hagan crecer. Gente que se convierta en personas. Y viceversa.
No sé en qué momento ocurrió, cuándo se nos fue la pinza y llegamos a creer que el verdadero lujo era un espacio cada vez más vacío. Pero cuanto más nos alejamos de los demás, más nos dimos cuenta de que ellos eran los únicos de los que podíamos aprender. Y ahora toca recuperarlos.
De un tiempo a esta parte, un grupo de demases nos está enseñando que sí se puede. Que Goliath tuvo siempre los pies de barro y que aquí el emperador jamás se vistió. Y encima, por el camino, nos recuerda palabras como el escrache, tan fea en su significante como bella en su significado. En el momento de escribir estas líneas, todavía nadie les ha dado públicamente las gracias. A demás.
Y es que, por injusto que parezca, en tu vida conocerás sólo dos tipos de personas: las que algún día echarás de menos. Y los demás
Le llaman la
"crisis del primer cuarto de vida". Te empiezas a dar cuenta que tu círculo de amigos es más pequeño
que hace unos años atrás. Notas que cada vez es más difícil ver a tus
amigos y coordinar horarios por diferentes cuestiones: trabajo, estudios, etc.
Cada vez disfrutas más de esa cervecita que sirve como excusa para conversar un
rato. Las multitudes ya no son "tan divertidas", incluso a veces te
incomodan. Extrañas la comodidad del colegio, de los grupos, de socializar con
la misma gente de forma constante. Ahora es cuando notas que mientras
algunos son verdaderos amigos otros no eran tan especiales después de todo.
Entiendes que la amistad no se basa en el tiempo, sino en la calidad de las
personas que tienes a tu lado. Te empiezas a dar cuenta de que algunas
personas son EGOÍSTAS y que, a lo mejor, esos amigos que creías cercanos o que
los conservas desde hace mucho tiempo, no son exactamente las mejores personas
que has conocido. Que hay gente que te rodea, a quienes le debes poner mayor
atención y quienes resultarán ser de los amigos más importantes para
ti. Ríes con más ganas, pero lloras con menos lágrimas, y con más
dolor. Entiendes que el tiempo no sana las heridas, sino que alarga las
agonías. Aprendes que las peleas son distintas a las discusiones y que las
discusiones surgen en base al cariño y engrandecen las relaciones. Entiendes
que los tiempos no existen y que las decisiones hay que tomarlas alguna vez en
la vida. Aprendes que alguien más que tú puede tener la razón, y que con
los sentimientos ajenos no se juega. Aprendes que las parejas van y
vienen, y que hay gente que se queda y que siempre estará. Aprendes a
escuchar y a valorar los pequeños detalles del resto, que marcan la diferencia
entre las multitudes. Aprendes que la calidez y sinceridad de palabras,
los oídos atentos, y una incondicional lealtad, no te la da nadie más
que un verdadero amigo. Aprendes que la confianza es algo que se siembra,
se riega, se cultiva y se cosecha, que hay que ganársela y saber mantenerla.
Que es para una persona especial, que no es para todos, y que lamentablemente
no se regala y cuando se pierde es imposible recuperarla. Te rompen el corazón
y te preguntas cómo esa persona que significaba tanto te pudo hacer tanto
mal. O quizás te acuestes por las noches y te preguntes por qué no puedes
conocer a una persona lo suficientemente interesante como para querer conocerla
mejor. Los ligues y las citas de una noche te empiezan a parecer baratos,
y emborracharte y actuar como un idiota empieza a parecerte verdaderamente
estúpido. Salir tres veces por fin de semana resulta agotador y significa
mucho dinero para tu pequeña billetera. Tratas día a día de empezar a
entenderte a ti mismo, sobre lo que quieres y lo que no. Tus opiniones se
vuelven más fuertes. Ves lo que los demás están haciendo y te encuentras a
ti mismo juzgando un poco más de lo usual porque de repente tienes ciertos
lazos en tu vida y añades cosas a tu lista de lo que es aceptable y de lo que
no. A veces te sientes genial e invencible, y otras... con miedo, solo y
confundido. De repente tratas de aferrarte al pasado, pero te das cuenta
de que el pasado cada vez se aleja más y que no hay otra opción que seguir
avanzando y de saber conservar bien el presente porque será
tu única compañía en el futuro. Lo que puede que no te des
cuenta es que todos los que estamos leyendo esto nos identificamos con
ello. Todos nosotros tenemos "veintitantos" y nos gustaría
volver a los 15 -16 algunas veces, pero sabemos que hay gente que ha aparecido
en nuestro camino durante estos últimos años que son
únicos. Parece ser un lugar inestable, un camino en tránsito, un
desbarajuste en la cabeza... pero TODOS dicen que es la mejor época de nuestras
vidas y no tenemos que desaprovecharla por culpa de nuestros
miedos... Dicen que estos tiempos son los cimientos de nuestro futuro, que
las amistades universitarias son las verdaderas y que estamos entrando a la
realidad de nuestras vidas. Parece que fue ayer que teníamos 16...
¿¡Entonces mañana tendremos 30!? ¿¿¿¡¡¡Así de rápido!!!???
HAGAMOS VALER NUESTRO TIEMPO... ¡QUE NO SE NOS PASE!
"La vida no se mide por las veces que respiras, sino por aquellos momentos
que te dejan sin aliento"
jueves, 11 de abril de 2013
He aprendido
que los amores pueden llegar por sorpresa o terminar en una noche. Que grandísimos
amigos pueden volver grandísimos desconocidos y que por el contrario, un desconocido,
puede volverse alguien inseparable. Que el “nunca jamás” nunca se cumple y que
el “para siempre” siempre termina. Que el que quiere, lo sigue y lo consigue. Que
el que arriesga no pierde nada y el que no arriesga, no gana. Que le físico atrae,
pero la personalidad enamora. Que si quieres ver a alguien, díselo, mañana será
demasiado tarde. Que el sentir dolor es inevitable, pero sufrir es opcional. Y sobre
todo he aprendido que no sirve de absolutamente nada seguir negando lo
evidente.
Cuando era pequeña solía meter los brazos dentro de la
camiseta y decirle a la gente que los había perdido. Apagaba y encendía el
juego cada vez que sabía que iba a morir. Dormía abrazada a todos los peluches
para que ninguno se ofendiera. Tenía el boli de 6 colores y apretaba todos a la
vez para que salieran los 6 colores juntos. Llenaba el tapón de la botella de
agua y me lo bebía como si fuera un chupito. Esperaba detrás de una puerta para
darle un susto a alguien pero pronto me iba porque nadie aparecía. Me hacía la
dormida para que mi padre me llevara en brazos a la cama. Solía pensar que la
luna seguía mi coche. Miraba las gotas de agua caer en la ventana y me
imaginaba que era una carrera de gotas. Cuando me tragaba las pepitas de fruta
tenía miedo de que me creciera un árbol en la tripa. ¿Os acordáis de cuando
éramos niños y no podíamos esperar a ser mayores? ¿En qué estaríamos pensando?
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